viernes, 26 de febrero de 2016

Por qué un entrenador no debería gritar jamás a los chavales

Puedes consultar el artículo completo en el suplemento Verne de la edición digital de El País
¿Aprende algo un niño o una niña cuando su equipo machaca al rival (...)? ¿Sirve para su educación que cada fin de semana le rodeen los chillidos, insultos y pitidos que a veces acompañan a los partidos (...)? ¿Qué puede aportarle el deporte a un chaval que luego le sirva para el resto de su vida?
Con estas tres frases se inicia un artículo escrito por Maira Cabrini, tres preguntas que podríamos hacernos todos de vez en cuando y que sustentan los ideales que desde la Junta Directiva tratamos de transmitir a nuestros técnicos, y a través de ello a nuestros jugadores y jugadoras. Sobre todo la última y fundamental cuestión es la que mueve a reflexionar sobre cómo y qué hacer para que a través del deporte, de la competición, nuestr@s hij@s aprendan, se construyan como personas: 
¿Qué puede aportarle el deporte a una chica o un chico que luego le sirva para el resto de sus vidas?
En este artículo nos presentan además un libro Prohibido Gritar (Turpial), un libro en el que hablan varios entrenadores y deportistas de élite, y en el que recuerdan sus triunfos y derrotas, anécdotas que les hicieron reír y llorar mientras competían. Desde sus experiencias, la autora del artículo extrae poderosas razones por las cuales no se debería gritar a los niños durante los entrenamiento y partidos:
Porque todo se pega. Los niños aprenden muchas cosas por imitación, lo que tiene aplicación tanto para los buenos como para los malos ejemplos. Y eso podemos apuntárnoslo los padres y madres, que podemos someter a una gran presión a nuestr@s hij@s con nuestros gritos y exigencias
Porque impide que el niño se exprese tal y como es. Y continúa ¿Serías capaz de dar lo mejor de ti mismo si te están gritando todo el rato? ¿Te mostrarías como realmente eres, o te protegerías? Pues eso: los chillidos a veces silencian a quien los recibe.
Porque para ganar primero hay que saber perder. según afirma Theresa Zabell, doble campeona olímpica en vela. "(...) El camino hacia la victoria está plagado de derrotas”, razona; y podría añadirse aún algo más y es que para aprender a ganar y saber ganar hay que aprender a perder.
Para Edurne Pasabán, la primera mujer en escalar las 14 cimas de más de 8000 mtrs del planeta,  "la gran equivocación es que nos inculcan que el objetivo es tener éxito en una cosa…" "Y el objetivo es ser feliz en el camino que tú vas a recorrer”. Me apunto también una frase que le oí a Albert Espinosa, escritor, cuya obra y experiencia vital con el cáncer dio lugar a la serie Pulseras Rojas: "Tenemos que aprender a disfrutar de las cosas que hacemos aunque las hagamos mal". ¿Por qué no voy a poder disfrutar de jugar al Baloncesto sólo porque hay gente que lo hace mejor que yo? Y no se puede dejar atrás lo que defiende Enhamed Enhamed, campeón paralímpico en natación: “Las medallas son la excusa para llegar a un punto. Lo importante siempre es la persona en la que te conviertes”.
Porque hay que aprender a ponerse en el lugar del otro. La empatía, nos indica Maira Cabrini, es clave para entender las necesidades de los que tienes a tu alrededor (...). Y el deporte permite ejercitar la empatía como cualquier otro músculo del cuerpo. Sin embargo, los gritos del entrenador, de los padres, o del público rival, son lo contrario. En lugar de ponerse en el lugar del otro, se centran en sus necesidades.